viernes, 25 de enero de 2008

Ciudades flotantes II


Hoy cumplo una semana en México, D.F., la ciudad que será mi hogar al menos por dos anios. Como si la fotografía panorámica que tomé desde la Torre Latinoamericana la primera vez que vine hubiera sido tomada ahora por varios lentes, el D.F. se aleja y se acerca a mí con tan sólo un girar de la mirada. Para todos los que detectan mi acento “norteno”, aún soy extranjera en mi propio país; para mis nuevos companeros chilenos y colombianos, soy una guía turística.
Ante mi evidente resistencia a subir a un “pumita” (transporte gratuito utilizado al interior de la UNAM para transportar “pumas”, es decir, estudiantes de dicha universidad), un amigo de mi hermano pregunta y expresa su reacción ante la también evidente respuesta: “En Hermosillo no te subías a los camiones? Qué fresa”. La ciudad que era por fines de semana o vacaciones, una ciudad de conciertos, galerías, museos y bonitos restaurantes, ahora será además, y por dos anios, la ciudad del tráfico desesperante, el tufo de alcantarillas, el miedo a calles solas, aglomeraciones en metro y la lucha por un lugar en el “pesero”.
En la casi siempre larga fila de espera de otro “pumita”: temo preguntar si estoy en la fila adecuada para subir a la ruta 3, zona cultural. La joven de adelante me mira de reojo como yo al senor que sigue de mí. Minutos después llega un camión y ambos voltean desconcertados a preguntarme si estaban en la fila correcta; me habían ganado por un segundo a preguntarles lo mismo. Nota recordatoria: cuando me sienta perdida en la inmensidad del universo chilango, pensar que todos somos extranjeros de alguna parte.

4 comentarios:

Francomagno dijo...

Lo mejor de Hermosillo son los HKBO

Luis Lope dijo...

Ojalá cumplas tu promesa de ser más constante escribiendo en la blogósfera y, también ojalá, no te hagas hippie ahora que vas a ser latinoamericanista.

LilaLili dijo...

que tiene de malo ser hippie Luis? ademas parace que no me conoces, como tu dios, yo soy lo que soy...

Josué Barrera dijo...

Bienvenida a la realidad, chica. Pierdete de vez en cuando para que la conozcas mejor.